Ansiedad: Cuando el futuro nos arrebata el presente

No se trata de eliminar la ansiedad, sino de transformar nuestra relación con ella. Cuando dejamos de vivir en la expectativa de lo que debería ser y empezamos a habitar el presente con sentido, la ansiedad deja de ser un obstáculo y se convierte en una oportunidad para redescubrirnos.

DESARROLLO PERSONAL

Emiliano Pardo Guenzatti

10/24/20242 min read

ANSIEDAD , el síntoma al que estamos más expuestos, una manifestación inevitable de nuestro modo de ser en el mundo. En la ontología del ser, la ansiedad no es solo una reacción fisiológica, sino una señal profunda de nuestra relación con el futuro, con la incertidumbre y con la construcción de nuestra identidad. No es simplemente un problema a resolver, sino una puerta de entrada a una comprensión más amplia de quiénes estamos siendo y cómo nos vinculamos con la realidad.

Nuestro propio cerebro, en su afán de protegernos, construye relaciones basadas en experiencias pasadas y proyecciones futuras, generando escenarios de amenaza, incluso en situaciones donde no hay peligro real. Desde esta perspectiva, la ansiedad es la brecha entre lo que somos y lo que creemos que deberíamos ser, el resultado de vivir en una narrativa de insuficiencia, donde el presente se convierte en un mero trámite para alcanzar un ideal inalcanzable.

Terminamos los días agotados, con la sensación de haber hecho mucho, pero sin la satisfacción de haber sido. Y es que el hacer, cuando no está alineado con nuestra forma particular de ser, se convierte en un ciclo de esfuerzo interminable, donde cada logro pierde sentido porque siempre hay una meta más adelante. Vivimos atrapados en la ilusión del "cuando": cuando logre esto, estará en paz; Cuando termine aquello, podré disfrutar . Pero la ansiedad nos recuerda que ese "cuando" nunca llega, porque el problema no está en lo externo, sino de la manera en que nos relacionamos con nuestra propia identidad.

Desde esta mirada, la ansiedad no es un enemigo a erradicar, sino un mensaje que nos invita a revisar nuestras interpretaciones sobre la vida. No es el mundo el que nos genera ansiedad, sino la manera en que lo observamos, los juicios que sostenemos y los discursos que construimos sobre lo que deberíamos ser o hacer. Y en esta desconexión entre nuestra forma particular de ser y nuestras exigencias autoimpuestas, el cuerpo responde: problemas respiratorios, tensión muscular, insomnio, fatiga crónica, y en los casos más severos, ataques de pánico que son, en esencia, el colapso de una mente que ya no puede sostener el peso de sus propias expectativas.

Sin embargo, la transformación no ocurre solo entendiendo la ansiedad, sino modificando el espacio desde el cual la enfrentamos. Desde el coaching ontológico, el punto de partida no es la planificación vacía ni el simple establecimiento de metas, sino la exploración de quiénes estamos siendo en nuestra relación con el mundo. Se trata de generar un cambio en nuestra manera de observar la realidad, de dejar de ver el futuro como una amenaza y comenzar a habitar el presente con responsabilidad y apertura.

Esto implica revisar nuestras creencias, nuestra identidad y nuestras emociones. Establecer prioridades no desde la urgencia, sino desde nuestra autenticidad. Aprender a escuchar la ansiedad como un síntoma de desalineación y no como un problema en sí mismo. Y sobre todo, entender que la verdadera calma no viene de hacer más, sino de ser más conscientes de lo que hacemos y desde dónde lo hacemos.

El camino no es eliminar la ansiedad, sino reemplazarla por un presente que merezca ser vivido. Un presente que no sea una simple transición hacia algo más grande, sino una experiencia en sí misma. Un presente donde podamos reconocernos, habitarnos y encontrarnos con la vida desde un lugar de plenitud, sin estar constantemente hipotecando nuestra paz en nombre de un futuro que siempre parece estar un paso más adelante.