Nunca nunca el amor será mentira
Un encuentro entre el amor utópico e idílico y el amor real. ¿Qué es el amor?
DESARROLLO PERSONAL
Emiliano Pardo Guenzatti
12/1/20244 min read


El amor es un capricho intempestivo, inadecuado, atemporal y paradójico. Atenta contra la libertad más primitiva a la vez que suelta las cadenas de la dependencia al sinsentido de vivir.
Todo amor es imposible pero a la vez, verdadero. El amor es dual e intrínseco de la ausencia de razón. Amamos porque somos conscientes de la muerte. El amor es una máscara, una armadura perfecta que esconde la cobardía de la manera más hipócrita que puede hacerlo, a través de una expresión de coraje que nos mantiene respirando. Aun en ese instante en el que se nos corta la respiración. Morimos para dejar de vivir y amamos para no morir mientras estamos vivos. Vida, amor y muerte, son la trinidad de nuestra experiencia humana. El amor no es un sinónimo de la vida, sino otra instancia complementaria, posterior a saber que vamos a morir. No hay muerte sin vida, no hay amor sin muerte y no hay vida sin amor. Amar es la agonía de un sueño que solo puede vivirse mientras estamos desvelados y que está determinado a despertar imbricado en un final tan inesperado como su propio comienzo. No hay manera de que podamos distinguir cuál es el momento exacto en el que empieza cada sueño, de la misma manera en la que no podemos detectar el nanosegundo previo a despertar. En un instante se termina todo. El amor, la vida, la concepción de la muerte. Todo. Y solo podemos detenernos, contemplar, reflexionar, porque de alguna manera, sabemos que todo termina. Sin embargo, perduramos nuestro tránsito por este plano, pretendiendo no saber; y cuestionando, con vibrante nostalgia y oscura melancolía, la injusta e inevitable finitud de nuestro estar siendo actual y no solo de nuestro ser efímero en relación a la ilusión de eternidad del tiempo.
Amar es un fenómeno involuntario que implica la suposición de reciprocidad. Cuando supongo, invisibilizo al otro y atento contra su propia ilusión de ser. Solo quedamos absueltos cuando la entrega irrefrenable, irrefutable e imperturbable, es mutua.
Darío Sztajnszrajberg dice: el único amor real es el amor imposible. Lo que me lleva a pensar acerca de qué quiere decir imposible. Porque el hecho de que algo sea posible, no implica que ese algo suceda. Por lo tanto, con la misma lógica, que algo sea imposible, no implica que necesariamente no suceda. Somos guerreros, arquitectos y artífices de lo imposible. Todo suceso, todo acto, toda emoción, es imposible hasta que se manifiesta e incluso en ese momento, muchas veces nos encontramos ante el dilema de percibir que algo sucede aun cuando lo seguimos considerando imposible. Eso exactamente es el amor, una contradicción épica que sucede aun cuando no puede suceder. El amor es imposible, tan imposible como fáctico y anárquico. Sucede en sí mismo, como una fuerza que arrasa desde algún lugar inexplicable e inexplorado de nuestro organismo. El amor concreto, preciso, riguroso, es un amor perturbado, dogmático, ideal, por lo tanto, inexistente.
El amor implica deseo y el deseo requiere ausencia, falta. La completud es enemiga del amor. Todo acto de amor es un acto de insatisfacción.
Amar es sublevarse contra las fuerzas del sistema mercantilista del emocionar humano. Es doblegar las órdenes del imperio racionalista de la normalidad -aquél que pretende esconder la incertidumbre detrás de la pantalla de la locura consensuada- y pulsional hacia la utopía del ideal inexistente y perfecto. El amor es subversivo, rompe siempre. Si No, no es amor.
El amor es apasionado, intenso, profundo, impermanente como todo cambio. El amor es un fluido fugaz que existe en la dinámica de la ausencia latente.
El amor no es una posesión sino algo que circula, no solo no es una pertenencia sino que además implica un desprendimiento de quién ama. No podemos perder lo que amamos porque jamás lo tuvimos. El amor nos fragmenta y desarma a la vez que es inherente a la condición humana. Nos constituyen como el tipo particular de seres que somos. El amor trasciende al individuo y nos despersonaliza de manera tan improductiva como nuestra propia existencia. El amor, es.
El amor exige reciprocidad, si no es recìproco, es apego. Sin embargo, toda reciprocidad es un efecto ilusorio de la propia interpretación. La reciprocidad es la arrogancia del ego jugando a ser contador.
El amor requiere ausencia, ausencia de lo amado pero también ausencia de quién ama, el amor es ausente porque un amor que no acepta la ausencia, deviene en fanatismo por el miedo a soñar.
Para algunos autores, el amor es el mismo que se transforma. Es decir, hay un primer amor constitutivo, melancólico y resignificado in eternum que renombramos en cada nueva manifestación. Pero el amor sucede en presente. Y como todo presente es continuo y cambiante; como tal, es paradójicamente eterno y a la vez impermanente. Todo amor termina. Y cada amor emerge desde la nada. Brota desde el vacío. Sucede como una necesidad de convivencia con otros y con nosotros mismos. Surge desde el miedo o desde el propio misterio del existir humano.
Solemos contraponer el amor a la soledad, sin embargo, solamente amamos en soledad. En la soledad que requiere sentir desde adentro. El amor entonces se constituye como una emoción propia, como una opinión y como un hacer con otros pero siempre desde quién estoy siendo en cada instante.
Sin embargo, sin pretexto, sin sentido, sin razón, sin anuncio previo, a veces el amor simplemente emerge desde la nada, desde el vacío, perfora y se introduce en un todo aparente y circunstancialmente hermético, para transformarse en un “mientras tanto” que trasciende universos paralelos posibles. Ese amor transtemporal de pasados hipotéticos, futuros improbables y presentes posibles, se manifiesta como la verdad más grande de todas las verdades. Nunca Nunca, el amor será mentira.
Emiliano Pardo Guenzatti
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